sábado, 7 de junio de 2008

mora


Como el burka le picaba con este pegajoso calor, la Princesa bajaba al patio por la escalera larga. Allí pasaba las horas separando endivias, las buenas de las malas. Ella siempre se caracterizó por tener sus principios bien asumidos, aunque los camaleones del patio se preguntan cómo puede tener la Princesa principios si nunca ha salido del palacio.
Llevaba ya tantas horas invertidas en esta tarea, que era capaz de hacer los dos diferentes grupos sin prestar toda su atención. Así era porque, con el largo rabillo en que su ojo terminaba, no dejaba un instante de mirar el estanque que a unos metros de ella jugaba con sus peces.


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Hasta que porfín un amarillo día dejó derramar de su falda al suelo los vegetales. se levantó, anduvo y empezando por el dedo gordo del pie izquierdo, lentamente se sumergió en el estanque hasta que cupo el último de sus cabellos. ocurriendo esto la princesa tornó a pez naranja y se sintió libre pues la diferencia entre el mar y ese estanque es tan escasa como el calor del hielo.

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Así como empezó,
el cicló se cerrará;
con una medusa gigante
que a todos engullirá.